martes, noviembre 07, 2006

El último escrito

Bruno Marcos
Salí de la mazmorra como cualquier otro día pero en lugar de torcer a la derecha lo hice hacia la izquierda. En pocos minutos estaba en la carretera que conduce a la ciudad de cuento de hadas. Apenas una hora con la cabeza nublada por la precipitación de este acto y ya entraba por los bordes de ese paraíso del que fuimos expulsados. Sólo volvía para pisar de nuevo sus despojos, para constatar, en pura soledad, que el espacio de los sueños, del pasado, puede ser físico, que, en este caso, sigue pudriéndose en esa evanescencia que llamamos presente, girando con el planeta en este universo que cambia sin descanso. Pero en el fondo albergaba la esperanza de conmoverme una vez más. Hace casi dos años que practicamente me obligaron a visitar la ciudad. Recuerdo que –lo escribí en algún punto de este diario- me movía como dentro de un sueño, de una pesadilla. Me orientaba en base a esa cartografía onírica. No me acordaba de esos lugares sino que esos lugares que veía aparecían en mis sueños desde pequeño.
Pero esta vez me ocurrió algo distinto. Sin saber por qué caminé recreando la juventud de mis padres. Este rincón, aquel, hasta acodarme en la barandilla blanca de la Concha. Entonces vino a mi mente lo que narra mi padre siempre dolido, que, cuando llevó a mi madre hasta ese punto y le enseñó el mar, ella contestó que no era para tanto. Muchas veces mi madre ha objetado en su descargo que aquella bahía tan pacífica, tan calma, entre dos montes y con una islita en el medio, no impresiona.
Seguramente él quiso mostrarle algo precioso y ella esperaba ver la inmensidad. Creo que en eso, en ese pequeño detalle se mostró la diferencia de ambos, los dos sistemas filosóficos que chocaban entre ellos. Acaso en conjugar esa percepción de inmensidad y belleza vaya gran parte de mi personalidad, quién sabe. No en vano mi padre ha perpetuado ese momento repitiéndolo toda la vida, transmitiéndonoslo, muy inteligentemente, para que supiéramos como eran, legándonos una variable importante para solucionar la extraña ecuación que somos.
Luego me fijé en la isla, intenté calcular visualmente la distancia desde la orilla y vino a mi mente aquella narración de mi padre en la que me describía cómo intentó llegar a nado hasta ella y le resultó imposible. Al parecer había gente que lo lograba y se animó a intentarlo. A mitad de camino tuvo que detenerse a descansar flotando boca arriba antes de volver, haciéndose el muerto. ¡Qué simbólico pensé entonces! Como inmensidad aquella bahía no era para tanto como decía mi madre, pero como la belleza que ansiaba mi padre se mostraba inaccesible. Tanto que para sobrevivir al intento de tocarla hubo de fingir haberse muerto sobre las aguas.
Bueno, queridos amigos lectores, he de confesar que, realmente, esta hoja del diario es mentira, que no he hecho este viaje a la ciudad de cuento de hadas. Es la única mentira de todo el blog, os lo aseguro, podría haber sido cierta pero me parece buena idea acabar el blog con una mentira. Ahora todo él es ya un pasado, dan igual todas las cosas que en él se han narrado pues se han ido al mismo sitio que las cosas que no han ocurrido, a ese limbo donde todo es igual a una mentira. ¿Acaso será mentira que hemos existido? Adiós, o hasta la vista. Seguid atentos a algún epílogo. Ha sido un placer. Que os vaya bien. Acabo de decir adiós y ya tengo el sentimiento de haber perdido tanto... ¿Se puede querer a unos desconocidos?

6 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Es mejor haber amado que no amar.

Es mejor hablar con desconocidos que predicar en el desierto.

Suerte y un abrazo. Añoraré tus historias...

Te diría que nos vemos en un concierto, pero ya se que no vas a ninguno que no sea de ovejas...

noviembre 08, 2006 8:15 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

nunca hubiera imaginado un final tan perfecto y pessoniano.
el poeta es fingidor.

noviembre 09, 2006 10:57 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

sólo de lo perdido canta el hombre.A.G.Calvo

noviembre 09, 2006 10:58 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Sit tibi terra levis, Cuervo.
Leve como tú, en todos los recodos.

noviembre 09, 2006 10:51 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Es una lástima que se acabe esto, pero el final no ha podido ser mejor. Se te echará de menos.

noviembre 10, 2006 9:34 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Tradition has died

noviembre 15, 2006 11:25 a. m.  

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